En el verano del 2006, es decir hace casi 10 años, se desarrolló un debate en Alemania, sobre la naturaleza y alcances de la
“Sociedad intercultural”.
¿Qué detonó esta discusión? y ¿Por qué este tema seguirá siendo
relevante para el futuro de la política Europea y Alemana?
En primer lugar, el debate golpeo en el rostro a la sociedad
alemana desde el momento que se vio por televisión desde Berlín a un grupo de
jóvenes de entre 14 y 17 años, inmigrantes de 1ª y 2ª generación, que gritaban
y arrojaban piedras encapuchados desde el interior de su colegio.
Esta fue la protesta de los escolares secundarios ante la
posición adoptada por el cuerpo de profesores del colegio que se negaban a
seguir impartiendo clases a sus estudiantes dado que se sienten totalmente
sobrepasados y amenazados por ellos. Los profesores, según manifestaron, sentían tanto miedo de
entrar a clases que lo hacen solamente si están premunidos
de un teléfono celular para pedir apoyo a un colega en caso de emergencia.
¿Pero qué pasa en esa escuela? Según la visión de
los adultos, profesores y organismos de gobierno, allí hay un problema
estructural por la decreciente calidad de la educación y las pocas perspectivas
laborales que tienen los estudiantes. Agravado por el hecho de que en esa
escuela el 80% de los estudiantes son de origen extranjero, y muchos de esos
niños poseen una bajo nivel de rendimiento, no hablan suficiente alemán y tiene
padres con problemas sociales. Este cuadro genera, según los docentes alemanes, en los niños extranjeros un
comportamiento violento. Ellos los inmigrantes agraden – ya sea verbal o físicamente – todo lo
que pase por delante. En este ambiente dicen los profesores: ¡no podemos
trabajar más!
Un hecho que núnca había pasado, golpea a la opinión pública
Frente a esto, la apacible y también conservadora
sociedad alemana simplemente quedó ¡plop! Al ver a esos jóvenes de origen
turco, palestino, iraní, o servio, tirando piedras y protestando en vivo y en
directo como si lo estuvieran haciendo en un barrio pobre de Palestina, Irak,
Angola o Colombia. Este hecho, que nunca había ocurrido en Alemania,
simplemente golpeó fuerte en el rostro de los televidentes. El tercer mundo
ahora está aquí. A la vuelta de la esquina. Y es real, no es una proyección
digitalizada que es recibida por el telespectador como una circunstancia
lamentable y trágica, pero que a la vez es lejana y distante.
No, ahora los medios de comunicación de masas
transmiten imágenes de “niños encapuchados” que arrojan piedras y escupen,
gritan y protestan porque se sienten excluidos. Son pobres, y no están
integrados a pesar de que muchos de ellos nacieron en Alemania y poseen
pasaporte Alemán. Ellos conforman las capas bajas de la sociedad europea
moderna que no tienen perspectivas de trabajo y se sienten extraños en un país
donde nacieron pero cuya cultura y sistema de valores desconocen o simplemente
rechazan.
Entonces surge la pregunta: ¿Quiénes son estos
jóvenes encapuchados? ¿Alemanes o extranjeros?
Extranjeros!, responden la mayoría de los espectadores.
No, expresan otros. Eran niños alemanes, dice la minoría. Pero no son ni lo uno
ni lo otro. Sino que una combinación de ambas identidades. Son niños
inmigrantes cuya “identidad cultural” está en formación y que viven entre dos
mundos. Entre la cultura de sus padres, por un lado, y la cultura de la
sociedad alemana, por la otra. Pero que no pertenecen a ninguna de esos dos
sistemas culturales. Ellos permanecen entre mundos.
Y entonces ahora, una vez terminado el noticiario
y apagado el televisor el alemán promedio ya no se puede dormir con esa
sensación de tranquilidad y seguridad que le da una buena casa con calefacción
central, desde donde ve noticias de países exóticos y lejanos. No ahora el
problema está aquí, en muchas de sus propias escuelas básicas, que son el
futuro de este país y de las próximas generaciones de alemanes. Entonces se
duerme intranquilo y se pregunta: ¿Acaso no será que la sociedad multicultural
es sólo una ilusión?
Esta pregunta lleva a la segunda razón de porque
la protesta pública ocurrida en una escuela técnica en Berlín ha provocado un
intenso debate entre las capas “informadas y dirigentes” de uno de los países
más ricos e industrializado del mundo.
La pregunta sobre la “Interculturalidad” ya no es
un tema de intelectuales esotéricos, sino que un problema político y económico
de primer orden que tendrá consecuencias fundamentales para el futuro Europeo.
Por eso importantes sectores de la opinión pública y política como la fracción
mayoritaria del gobierno alemán Democracia Cristiana (CDU) por primera vez
desde iniciada la política inmigratoria en busca de mano de obra en la década
del 60 habla abiertamente del fracaso de la “Sociedad Multi-kulti” y sostiene,
que en Alemania no hay una “integración” de los inmigrantes sino que una
“Sociedad Paralela” (Parallelgesellschaft) en dónde los inmigrantes viven en
sus propios sistemas de valores sin respetar ni aceptar los modelos culturales
de la sociedad occidental.
Ante esta situación, proponen para el futuro
diversas políticas orientadas a exigir más cursos de alemán para los
inmigrantes e imponer restricciones a la posibilidad de inmigrar, establecerse
y finalmente nacionalizarse en Alemania. La otra fracción gobernante, en tanto,
el partido Social Demócrata (SPD) que aparentemente ha estado más absorto en
sus problemas internos y no ha tenido una definición clara ni sistemática sobre
el punto, ha insistido en mantener los programas de apoyo social a los
inmigrantes más que centrar la discusión en los aspectos negativos que la
inmigración y la “sociedad paralela” está generando.
La CDU, en este sentido ha desempeñado un papel
más activo y claro en la discusión pública, reiterando que la sociedad
“multi-kulti” no está funcionando y que a los extranjeros que quieran vivir en
Alemania en el futuro deberán cómo mínimo hablar alemán, asistir a cursos de “integración,
y respetar las normas sociales y culturales que está sociedad se ha dado. Los
Verdes, en tanto desde la oposición, continúan con su discurso que pone énfasis
en las prácticas discriminatorias de la sociedad alemana e insisten en que el
problema es una falta de oportunidades para los extranjeros.
Pero más allá del debate político actual, que cómo
todos sabemos la mayoría de las veces tiene su propia lógica-retórica la cual
no siempre está inspirada en buscar el mejor argumento o la mejor solución para
un problema, lo cierto es que el fenómeno de las “sociedades paralelas” en
Europa y Alemania esta cada día más presente en la discusión y estalla cada
cierto tiempo en los medios de comunicación según los ritmos propios de la
violencia social entre grupos culturales en conflicto.
La cultura se transforma como el agua: es dura y blanda
Ya sea en Holanda, Francia, España o Alemania, lo
que poco a poco a todos les va quedando claro es que la idea de la
“Interculturalidad” como concepto de marketing al estilo “Benetton” se está
esfumando en el aire. Otra vez la “Cultura” con mayúscula, se manifiesta como
un proceso social psicológico individual y colectivo, la mayor de las veces blando e imperceptible, pero que a veces también tiene
resultados que pueden llegar a ser extremadamente
duros, sobre todo cuando dos o más culturas entran en contacto, por largo plazo, sin crear las condiciones adecudas para una sana y productiva integración.
Por eso hoy muchos en Europa se preguntan si la
sociedad intercultural es una ilusión. Sobre todo en un mundo dónde, a
pesar de los pronósticos y avances científicos, los recursos son cada vez más
escasos y en donde los países ricos del 1er mundo comienzan a encontrar el
tercer mundo en sus propias escuelas.
Esta “sociedad paralela” que se ve a diario en
Europa comienza a mostrar que la llamada “globalización” de la cultura y de los
medios de comunicación tiene muchas aristas y es un proceso lleno de contradicciones y potenciales conflictos para el futuro.
Por último cabe comentar que en Alemania mucha gente piensa que el
problema de la integración de los inmigrantes tiene su origen en un deficiente
dominio del idioma por parte de los recién llegados.
Pero experiencias en
países como España o Chile, que han tienen varios problemas para incorporar a muchos inmigrantes extranjeros de origen latino – que comparten el mismo idioma y bases culturales –
muestra que la integración de los inmigrantes no es solamente un problema idiomático. Es
un desafío y un proceso cultural mucho más complejo que debe ser estudiado y debatido a
fin de hacer viable política, económica y socialmente la buena intención de una sana y productiva sociedad intercultural.
1 Kommentar:
Me interesa mucho tu comentario para ir mejorando la calidad de este Blog. Un saludo cordial desde Alemania. Victor
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