La llegada de refugiados en Europa y a Alemania supone
un enorme desafío hacia el futuro.
Sin embargo, existen indicadores en política, economía, sociología y
psicología social de los últimos años que me hacen dudar que este desafío pueda
ser canalizado en forma constructiva hacia el futuro. Ojalá me equivoque y que
de esta crisis que vive Europa, surja algo bueno para todos.
Yo siempre he creído y he tratado de practicar la idea de que “una crisis”
no es ni buena ni mala. Es un hecho que acontece en la vida y que emerge a
veces de improviso. Se trata, claro esta de un momento difícil, doloroso,
des-estructurador. Pero es un momento para enfrentarse con valor, fuerza y
claridad a los desafíos que nos plantea la vida.
En mi opinión, “crisis” no tienen la connotación negativa que mucha
gente le da. Es un momento de transición, de transformación de creación de algo
nuevo, y superación de algo viejo. Creo además que el verdadero desafío no es
la crisis en sí, sino lo que uno hace con ella.
Superar la crisis como una sociedad global.
Por lo tanto, la crisis o bien se la enfrenta con una perspectiva
negativa y por consiguiente uno se sigue hundiendo en el problema o por el
contrario uno la enfrenta con una perspectiva positiva y creativa, y sale
fortalecido de esa difícil situación. La crisis se transforma de este modo en
una oportunidad de renovación, crecimiento, transformación.
Lo digo de verdad, ojalá frente a esta crisis Europa y la sociedad
alemana, salga fortalecida y perciba este momento, como lo que es, una
oportunidad para abordar en forma profunda los desafíos que supone ser de
verdad (no retóricamente) una sociedad interetnica e intercultural en un mundo
globalizado.
Ahora ninguna país del mundo, por más poderoso y rico que sea, puede
sobrevivir sin tomar en consideración las situaciones de violencia, desigualdad
y pobreza que viven otros países y
culturas consideradas muchas veces lejanas, diferentes, sin importancia.
La verdad es que el planeta en sí es una unidad física, biológica e
incluso energética que tienen límites. Y esos limites comienzan a ser
percibidos cada vez más y la única posibilidad que tendremos hacia el futuro de
poder sobrevivir en condiciones de paz es aprendiendo a cuidar este valioso
recurso.
¿Una sociedad con una convivencia en paz, solidaridad y tolerancia?
Es una pregunta cada vez más Importante y Urgente. Pero es una pregunta
sin solución todavía. En especial en países y regiones del mundo muy ricas, pero
que en un contexto de desequilibrio y desigualdad, se ponen ellas mismas en
peligro frente a la demanda de millones de seres humanos que quieren salvar sus
vidas huyendo de catástrofes colectivas originadas por sequía, hambre, autoritarismo,
confrontaciones Interétnicas y religiosas. La falta de perspectivas para los
niños y los jóvenes en muchos de rincones del planeta está generando conflictos
irreversibles y provocando que millones de familias busquen otros lugares donde
sobrevivir.
Existen múltiples informes de académicos, de organizaciones
científicas, y Naciones Unidas que vienen advirtiendo durante décadas sobre los
riesgos que enfrenta la sociedad contemporánea por los crecientes grados de
interdependencia económica, política, cultural. Y advierten que, en el actual
contexto de globalización, se originarán movimientos migratorios que pondrán en
crisis la infraestructura y la capacidad operativa de los países europeos. Estos
pronósticos se están adelantando, del mismo modo que el derretimiento de los
hielos va a una velocidad más rápida de lo esperado.
Ya nadie puede decir que cambio climático, pobreza, violencia o guerra
son problemas que afectan solamente a los países pobres del planeta. Hoy se
sabe que el crecimiento desigual pone en riesgo a todos por igual, a los ricos
y a los pobres, a los marginales y a los no marginales. De hecho no es casual,
por ejemplo que en países como Chile donde la desigualdad social es muy alta,
las capas sociales acomodadas (los llamados “ricos”) se sientan en peligro. Ese
peligro es real, del mismo modo que el peligro para los países ricos de Europa,
presionados por la fuerza migratoria, que es impulsada, a su vez, por la fuerza
del instinto de supervivencia. Instinto que constituye una fuerza muy difícil
de parar.
Al fin y al cabo todos estamos en el mismo barco, y por lo mismo
debemos aprender y entender que una crecimiento económico, político o militar
ya no puede ser una lógica unidimensional de unos pocos que buscan beneficiarse
de un negocio, hecho en países lejanos. Es tiempo de entender que con una
estructura global muy desigual, todos los sistemas sociales, del centro y la
periferia, entran en desequilibrio y terminan poniendo en crisis a todos los
actores sin importar si son explotados o explotadores, ricos o pobres. Centro o
periferia.
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