Durante las vacaciones de Septiembre, cuando
estudiaba en el Internado Nacional Barros Arana, tuve la oportunidad de visitar
a algunos amigos y compañeros de estudios que eran de provincia. Una de las
ventajas de estudiar en un internado en Santiago, era la posibilidad de conocer
personas de todos los rincones de nuestro país.
De aquellos años, de infancia y juventud,
me quedó gravada una imagen que vía a menudo en localidades como Graneros, Curepto, Illapel, Melipilla, La
ligua, Iloca, Panguipulli, donde muchas personas solían limpiar y barrer las calles, pintar las
rejas y las fachadas de sus casas, como una forma de prepararse para las
festividades de fiestas patrias y esperar la llegada de la primavera que ya comenzaba
a florecer.
No sé si esta sana tradición de Septiembre, seguirá
existiendo en nuestro país, que ha sido inundado de modernidad, globalismo y individualismo y arribismo, pero a la
distancia del tiempo y el espacio, y tal vez movido por un recuerdo de infancia y adolescencia hoy “18” he decidido pintar parte de mi casa, como un
ejercicio espiritual de limpieza y cambio interior y exterior. Como una forma
de “renovarse” en el sentido más estricto, positivo y espiritual del concepto.
Por lo demás, todas las tradiciones
antiguas hablan de la importancia de limpiar(se) por dentro y por fuera la
casa. Dejando el pasado y aquello que ya no nos es de utilidad. Porque muchas
veces las experiencias del pasado se convierten en un freno y en un obstáculo, que
no deja fluir la energía de la vida y no nos permite apreciar y disfrutar el
presente. Al punto que a veces, de tanto estar identificadas y “pegadas” al pasado,
las personas terminan caminando y pensando “para atrás”.
Metafóricamente hablando, el limpiar la
casa y sacudir el polvo que se ha acumulado, es un ejercicio individual y
colectivo, muy importante para seguir avanzando en forma equilibrada en el presente, e ir haciendo camino al andar.
En este mismo contexto, leo un mensaje de un
calendario que sugiere para la presente semana:
Desde otro rincón del planeta, que
comienza a despedir la luz del Sol y se prepara para recibir el invierno, envió
un saludo afectuoso a mis amigos y familiares que, al Sur del Mundo,
comienzan a dejar la sobra del invierno
para ver la luz de Sol.
Un abrazo afectuoso, para todos ustedes,
desde un punto de la circunferencia y el círculo vital, que nos recuerda que
luz y sombra, claro y oscuro, arriba y
abajo, son sólo momentos de un proceso, de un ciclo de renovación y de cambio
que no se detiene jamás.
Que se expanda este impulso
para limpiar y renovar nuestras casas, calles y jardines. Y para comenzar a
limpiar el polvo acumulado sobre nuestras propias y viejas formas de sentir, pensar y actuar. Como un impuso positivo para que algún día, nuestro país pueda volver a disfrutar de
sus propios logros, luces y sombras, en una forma más sana, de lo que ha sido
la experiencia psico-social de las últimas décadas.
Sinceramente, Victor
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