16.2.09

Reflexiones desde el camarín:

Cómo tú sabes. Sigo en el camarín. Por el momento yo me estoy probando las zapatillas con las cuales voy a jugar. Repasando mentalmente algunas jugadas, imaginándome cómo voy a jugar la segunda parte de este partido.

Sé que no quiero jugar más como un delantero de extrema izquierda. Me gustaría jugar en el centro izquierdo. Avanzar por el costado pero para no ser notado. O a lo mejor ser en el futuro un “falso” delantero izquierdo. Un deltantero oculto, invisible. Pero, todo pasa sólo por mi cabeza. Yo sigo esperando en el camarín.

Además tengo que cumplir todavía un par de tareas para que - en este juego el capitán del equipo - me llame a la cancha y convenza a los "árbitros" de que yo soy lo suficientemente bueno como para ser presentado en la plantilla y salir nuevamente a jugar.

Pero tú ya juegas y estás con el equipo. Eres conocido. Te gusta jugar en el centro y ser el que "articula" el juego. Además eres simpático, popular y todo el mundo te aprecia. Tú eres el que le da confianza al resto del equipo. Eres muy importante para mucha gente. Pero al mismo tiempo tú ya no puedes jugar con la misma fuerza y rapidez de antes. Tienes que pensar mejor cada jugada. Porque cómo tu mismo dices "tienes mucha responsabilidad". Una responsabilidad que incluso yo puedo sentir aquí abajo en los camarines al mismo tiempo que siento el rugir del público allá arriaba en el estadio.

Pero jugar con mucha “responsabilidad” por los otros jugadores, puede ser a veces un gran desgaste de energía. Por eso es importante aprender a no perder contacto con uno mismo y a "cuidarse" de verdad. A tomarse uno mismo más en serio para seguir jugando y no dejar tirado el partido en un momento que el resto del equipo, el publico y todo el mundo te necesita.

Además con el paso del tiempo uno ya no puede hacer cualquier "figura" en la cancha. Ya no se puede inventar ni resolver tan fácilmente. Un cambio abrupto de estilo o velocidad desconcertaría no sólo a los otros jugadores. Sino que al entrenador mismo y al público en general. Además cuando un jugador ya tiene bastantes minutos de juego en el cuerpo. El mismo cuerpo comienza a darle señales de que es tiempo de cuidarse.

Entonces lo más sabio es aprender a hacer pausas, a respirar más profundo y a mantener el ritmo a una velocidad equilibrada. Correr no tan aprisa de modo de ir armando poco a poco el juego y encontrar “un lugar en el mundo” a donde retirarse después del partido. Además todo el mundo que ya ha jugado un par de minutos sabe que jugar a la pelota no es tan fácil. Los jugadores sabios saben y han aprendido a aceptar y comprender por experiencia propia que es natural que uno ya no juegue a toda marcha.

Pero el problema puede surgir si uno se deja llevar inconscientemente por el "publico" o por otros "jugadores", la "prensa" que presiona como los "fans". Hay algunos jugadores que se dejan llevar por ser muy “rigurosos”, otros por ser muy “sentimentales”, otros por ser muy “orgullosos”, otros por “ambiciosos” o “temerosos”, “responsables” o “inagotables”. Pero no importa el por qué uno se deje llevar, lo importante es aprender a observar cuando esto ocurre y luego dejarlo pasar. Aprender poco a poco a dirigir la pelota en el juego y no al la inversa.

Para eso hay que aprender a dirigirse a si mismo. Pero no es fácil aprender a dirigirse a uno mismo. Sobre todo porque normalmente el "yo" verdadero el "große ich" muchas veces – o casi siempre – se deja distraer por el "yo" falso el "klien ich" y sus fantasmas que nos rodean a todos. Entonces uno "descuida" las "verdaderas necesidades" de ese "yo-verdadero” que va dentro del carruaje con la pelota de verdad y que juega el verdadero juego de la vida.

Es como si ese “yo-superficial”, nuestro carácter y nuestras distorsiones emocionales y cognitivas se olvidarse del sí mismo, más profundo y más verdadero. A todos nos pasa a diario y hay que hacer enormes esfuerzos día a día para intentar ser un poco más soberano de sí mismo y lograr jugar en un mundo formado por un estadio, entrenador, arbitro, guarda líneas, jugadores y un público experimentados como algo “real” y auténtico. En congruencia con nuestro ser real.

Pero la mayoría de nosotros terminan el partido creyendo que han jugado con un yo real, en un estadio real, con gente real y han anotado goles reales, y sin embargo la mayor parte del tiempo hemos estado jugado, con un “jugador-ilusorio”, en un mundo ilusorio yconectados a la matrix, movidos por mecanismos inconscientes que nos han mantenido “des-conectados” de nuestros verdaderos anhelos y recursos personales.

Pero en la medida que nos conectamos con nuestro "jugador verdadero", nuestro "yo-real", podemos sintonizar mejor con nuestras necesidades-reales para seguir jugando. Porque a través de este modo acumulamos energía. Nos alimentamos del juego. Aprendemos que el juego es la vida y que jugar es el arte de vivir.

Cundo sintonizamos con el juego y el jugador-verdadero. Entonces ya no importa lo que piense el público, el resto del equipo, o el entrenador. Si las necesidades "reales" y personales son atendidas por las jugadas reales. Entonces deja de tener importancia lo que "digan" los demás jugadores o el público o nuestro viejos "fantasmas".

Ya que todo eso es pura forma superficial, ficción, ilusión, "sueño" como diría Calderón. Entonces lo importante es la profundidad del juego y del sueño ya sea horizontal o vertical. Lo importante es que sea "profundo", porque en la profundidad radica lo auténtico y "real". El resto es pura forma, superficie... Lo real es lo sin forma, lo profundo y silencioso. En el fondo no en la forma está el misterio…

Pero hay buenos jugadores que a veces se olvidan de sí mismos. Y olvidan sus propias "necesidades" y a veces comienzan a jugar según las necesidades de los otros, sin medir sus “fuerzas propias” y sus “necesidades propias”. A veces estos jugadores están tan acostumbrados a "correr" y hacer figuras y pases en todas las direcciones. A apoyar a todos los jugadores, que incluso se olvidan de su propio cuerpo y limites personales. Dejan de sentir(se) a si mismos. Pierden contacto con su cuerpo "real" con sus emociones reales y sus pensamientos reales. Cuando este estilo de juego se hace muy prolongado aparecen los mareos y las calambres, el vértigo. El juego se hace vertiginoso. El partido deja de ser un placer.

Por eso es importante darse el tiempo de sentir(se) a sí mismo de verdad y ver sí el juego que se está jugando está siendo una fuente de "bien-estar" o de "mal-estar". Si el juego está respondiendo a nuestra "necesidades reales”.

Si la siguiente jugada es fuente de bien-estar. Todo bien. El cuerpo, la mente y las emociones, nos dicen todo bien. Luz verde. Pero si la jugada es fuente de mal-estar. El cuerpo "real" nos dirá que hay que evitar seguir por ese camino. Entonces es el momento de ser prudente. Bajar la velocidad de juego, detener la pelota. Pasarla a otro jugador. O incluso si es necesario. Dejar la cancha, abandonar el partido.

En este punto, hay que preguntarle al "yo" verdadero como evitar el "des-equilibrar" el juego. Pero el problema está es que ese "yo-verdadero" está en el carro, se esconde bajo múltiples mascaras y disfraces y es difícil de conocer.

Sí porque ese "ser" verdadero que todos tenemos dentro es un pasajero desconocido y por conocer. Pero ese hecho hace al juego más interesante, atractivo e incluso arriesgado, pero lleno de descubrimientos y satisfacciones cuando descubrimos poco a poco quién es ese “ser”. Ese “yo”desconocido que todos llevamos dentro. Ese “yo” es la llave secreta que abre la puerta a nuestros íntimos miedos, y necesidades. Ese “yo” verdadero que es un pasaje oculto a nuestra verdadera naturaleza y destino de “ser”, “querer” y “poder”.

Pero para acercarnos a este “yo-verdadero” tenemos que aprender a armonizar la mente, el cuerpo y las emociones. Y una vía para comenzar a hacerlo disfrutando del camino que ya esta es la meta. Es aprender a armonizarnos y a conectarnos con nosotros mismos a través de ejercicios tan simples como sentir y percibir nuestra propia respiración. Nietzsche insistía en aprender a confiar en los "instintos" y en el "estomago" y desconfiar de a desdonfiar de las palabras y límites que imponen a la vida los "predicadores de la muerte" y los "mejoradores del mundo". Pues la vida está en marcha y se mueve en un coche guiado por un “cochero” que conduce el carruaje por caminos tan enmarañados que aveces nos extraviamos de nuestros instintos de vida y terminamos cubiertos de miedos, prejuicios morales, restricciones y estereotipos que fácilmente terminamos perdidos en los laberintos de nuestra propia desorientación y perdemos la oportunidad de vivir plenamente y disfrutar cada momento como lo que es, un regalo misterioso.

La idea entonces es seguir jugando pero poner la pelota y la energía en partes diferentes. Darle espacio a diferentes jugadores y no dejar de sentir(se) a sí mismo. No dejarse arrastrar por los demás. Mantener la autonomía de vuelo y de juego. Pero permanecer en la cancha con el resto del equipo. Para esto es importante no olvidares de "respirar". A fin de evitar ser sobrepasado por la velocidad de algunos contrincantes y "fantasmas" que juegan más rápido y más sucio y que nos quitan el aliento y a veces nos hacen caer. Debemos aprender a no ser presionados por la "presa" y por el público eufórico que también a veces nos grita y nos alienta a jugar más y más rápido, pero sin tomar en consideración que es lo que le pasa "realmente" al jugador “por dentro”. El público no lo puede saber. Nunca lo podrá saber. Sólo el jugador puede saber “dónde a él le aprieta el zapato” al momento de jugar.

Pero tú ya pronto te convertiras en un jugador maduro. Y cómo tal se te da la oportunidad de medir tus propias fuerzas y la de tus adversarios. Ahora a diferencia de los primeros tiempos, puedes mirar calmadamente al público y al resto de tu equipo. Al entrenador y a tus "fans". Y hablarles con firmeza pero sin perder la ternura como decía el Che Guevara. Esta es la nueva técnica para los jugadores del segundo tiempo del partido. Una técnica que se caracteriza por juego fluido a velocidad "real" de ajuste continúo y asociaciones ajustadas a las necesidades “reales” del “yo-real”. De este modo se puede disfrutar el juego y mantenerse dentro de él por largo tiempo sin que el partido y el equipo se “des-equilibre” y la pelota salga de la cancha.

Esta es la técnica del dejar el "freno de mano", pero al mismo tiempo regular la velocidad al ritmo del "Tao" aprender el juego de lo Holístico. Es decir esta es la técnica de dejarse llevar y fluir con el juego, por el juego. No contra el juego. A esto los antiguos llamaban la ley de la menor resistencia: Fluir con la vida, no contra la vida.

Es el arte de conocer a tus jugadores "reales" e "imaginarios". Y aprender a confiar en ellos y también a sacar a algunos fuera del equipo y del partido. A poner en la banca a todos los “jugadores-fantasmas”, que son invisibles pero reales y que nos acosan y nos atormentan y que no contribuyen al éxito de la tarea. Este es el camino de vaciarse del mundo de las formas que nos rodean y jugar el juego real no el imaginario.

Por estar razón los antiguos sabios enseñaban a calibrar y escuchar prudentemente los mensajes del cuerpo, la mente y las emociones, a fin de centrar estos tres centros para seguir jugando con la energía de la vida y fluir al ritmo del universo.

Esta es la técnica de anticipar la jugada. Porque el jugador sabio ya no necesita que la jugada esté terminada para ver como ella será concluida. Del mismo modo que el jugador sabio sabe de antemano calibrar prudentemente sus "fuerzas propias" y sus "necesidades reales". Aprendiendo a vaciarse y a abandonar sus fantasmas cuando este al salir del camnarin para volver a la vida, pisa el campo de juego y comienza nuevamente a jugar.

Jugando entre mundos.

Victor Labra Holzapfel

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