26.3.12

Quiero hablar sobre mi madre

Hoy 26 de Marzo del 2012, con motivo del cumpleaños de mi madre Nelly Holzapfel Gross he decidido  compartir algunas palabras personales.

Para mi, la muerte de mi madre ha significado un proceso doloroso, pero a la vez ha sido un impulso para vivir la vida en forma más consciente y productiva. Una de las cosas que más lamento es lo efímero de la experiencia de haber recuperado a la madre y en el mismo momento verla partir.

Una forma sutil pero efectiva de dejar en claro lo misterioso y pasajero de aquello que llamamos vida. No dejar para mañana lo que podemos hacer hoy.

Tendría que agradecer a muchas personas en Alemania que me ayudaron a comprender la importancia de la madre como la raíz de uno mismo. Entre esas personas, puedo nombrar a Horst, a quién tuve el privilegio de acompañar en Alemania, cuando a él, en su momento, le correspondió despedir a su madre y a su padre.  

Con Horst tuvimos muchas conversaciones sobre el significado e importancia de los padres en general, pero de la madre en particular. Creo que el hecho de que él haya vivido la guerra en Alemania. Y haya estado, junto a su madre, cuando intentaban sobrevivir, en medio de las ruinas y el espanto de su propio país, le dio la sabiduría para comprender que la madre es algo sagrado que no se debe despreciar.

También debo agradecer a otros maestros. Todos ellos terapeutas y guías espirituales, ya maduros. Se podría decir viejos sabios. A quienes tuve el privilegio de conocer en Alemania, y con quienes he tenido la suerte de comprender por qué “sin raíces no hay alas”.

Las raíces son los antepasados y los padres (hombre y mujer). El país, la cultura, el idioma, incluso el agua que bebemos en el lugar en que hemos nacido y crecido. A esas raíces,  nos unen hilos invisibles e indestructibles. Son hilos livianos y sutiles, pero a la vez duros y resistentes como el agua. Esos lazos que nos unen a nuestros padres y antepasados, son una fuente de energía clara y obscura.

De un lado esa energía y fuerza puede hacer que llevemos una vida llena de conflictos y sufrimientos, o por el contrario una vida llena de alegría, armonía y paz interior.

Es tarea de cada uno, a su tiempo y particular manera, ir resolviendo la madeja que enreda esos vínculos invisibles de nuestra mágica historia personal.

El secreto está en el agua. Porque esos hilos invisibles que nos unen, son con como moléculas del agua que mutan y se transforman en una corriente subterránea, que corre bajo la piel.

Capaz de dejarnos estancados en el allá y el entonces del pasado, y el destino de nuestros antepasados. O por el contrario, capaz de liberarnos de nuestros propios fantasmas y dejarnos volar y desplegar toda nuestra energía y luz como una ola de aguas cristalinas.

De este fluir y caminar en este “camino con corazón” y de esta búsqueda de mi mismo, fuera de mi país, ha emergido en mi mundo espiritual, la convicción de que en el fondo cada paso dado en mi caminar, por tierras lejanas y desconocidas, ha sido un caminar de retorno. No ha sido un ir, sino que ha sido un volver. Una vez más resuenen en mí los versos de Borges que nos dice:

“Quien se aleja de su casa, ya ha vuelto.
Nuestra vida es la senda futura y recorrida.
El rigor a tejido la madeja.

Pero en algún recodo de tu encierro puede haber
Una luz, una hendidura.
El camino es fatal como la flecha.
Pero en las grietas está Dios, que acecha.”

Cuando yo tuve el privilegio de tener a mi madre en estas tierras lejanas. Hablamos mucho de cómo las distintas etapas de este “periplo” de la vida, es en el fondo,  un caminar de retorno al origen. La muerte es volver al origen. Por eso  Se nace y se vive para volver de donde venimos. Estas conversaciones fueron dando claridad respecto de la importancia de reconciliarse con los padres. Aceptar a cada uno a su manera y honrar su memoria, junto a los antepasados de la línea masculina y femenina. Además con estos maestros espirituales, aprendí que la madre es la raíz, la padre el tronco, y los hijos el fruto. Y que los frutos, se transforman en flechas que vuelan al infinito. Un lugar de dónde todos venimos y dónde todos volveremos.

Con esas palabras concluyo mi recuerdo personal. Es mi regalo de cumpleaños para mi madre, que, como era su voluntad desde muy pequeña, quería volver al lado de sus padres. Ella ha retornado al origen. Ha vuelto a nacer.
 
Este es un regalo para mi madre, pero en el fondo para mí mismo. Un regalo para ser compartido con otras personas que, a su manera, la conocieron, recuerdan y le desean un feliz cumpleaños.

La vida y la muerte, son tan inseparables como los dos lados de una moneda. La una no existe sin la otra. Por eso en este día enciendo una vela en la memoria de ella, como un gesto de amor, pero también como una señal de vida, de fiesta, de alegría. Por eso otro poeta, viejo sabio, Khalil Gibran, nos dice:

“Si, en verdad quieren ahondar en los arcanos de la Muerte,
abran de par en para sus corazones en el cuerpo de la vida.
Porque la vida y la muerte son una, así como el río y el mar
son uno también. 

El miedo a la Muerte no es más que el temblor del pastor
cuando está de pie frente al rey, cuya mano va a posarse
sobre él para concederle un honor.” 

Les invito a cada uno de ustedes, a su tiempo y medida, un día también enciendan una vela, para recordarse a sí mismos, que no es casual que todos nosotros estemos aquí.

Aprovechen ese momento para encender una luz en memoria y honor de vuestros propios padres y antepasados. Y una forma de celebrar la vida y el  regalo de estar aquí. Disfrutar el aquí y ahora, y dar gracias por esta realidad mágica. 

Es tiempo de seguir haciendo camino al andar. Porque como dije. Sin raíces no hay alas. Es tiempo de ser un árbol para poder aprender a volar.

Un abrazo sincero a la distancia a mis hermanos, tíos, primos y sobrinos. Y todos los parientes y amigos mios y de mi madre. Salud, paz y amor en este día.
 

Namaste.
Victor Alejandro Labra Holzapfel

 Mi madre, a través del profeta, nos dice:

“Sepan, pues, que desde el silencio más grande, volveré.
La niebla que se aleja en el alba, dejando solamente el roció sobre los campos, se eleva y se convierte en nube que cae después como lluvia.

Y yo no he sido diferente a la niebla.

Porque, ¿Qué es morir sino erguirse desnudo al viento y fundirse en el Sol?”.
Khalil Gibrand.

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